Cual si fuese un triste verso que desgarra el alma y cala las emociones, así como el olor de las flores frescas en primavera —que al calor de la mañana se muestran radiantes ante cualquiera que se detenga a observarlas—, en ese momento que parece detenerse, el Illimani se muestra silencioso ante las miradas y, entre esa su quietud, parece radicar su magia que, como destellos fulgurantes, encanta a todo aquel que posea la dicha de convertir en arte lo que la naturaleza nos regala.
La vida y el legado de Rina García son evocados a través de conmovedores testimonios que subrayan su profunda pasión por ayudar a los demás. Aunque su luz se apagó prematuramente entre los mortales, hoy brilla intensamente en un lugar mejor, donde almas como la suya seguro encuentran su hogar.